miércoles, 31 de julio de 2019

Capítulo 12.- El crematorio y un castillo inútil.

Bea me indica que esla hora de despertar. Son las 09:00 de la mañana y había llegado de trabajar a las 06:30. Tan sólo había dormido dos horas y mal debido al excesivo calor. Durante toda la semana estuvieron indicando en los noticieros que hoy iba a ser el día más caluroso de la ola de calor que estábamos sufriendo en Navarra. Casi nada. Intento desperezarme mientras me autoconvenzo de que tengo que estar muy chiflado para marcarme ahora una ruta "de las de todo un día". La ducha apenas me despierta. Necesito una generosa dosis de cafeína en sangre de manera urgente. Tras engalanarme con el traje motero al completo, y bajar al garaje, le doy un beso a la Negra mientras le susurro un "¡vamos campeona!". El rugido de su escape le da instrucciones a Bea de que es el momento de que suba a su sofá trasero. Salgo del garaje y nos encontramos con nuestro vecino Samuel. Él vive en el piso superior al nuestro y también cabalga una preciosa BMW  R1200GS pero de refrigeración líquida.
Ponemos rumbo al bar del hotel Iriguibel, base de muchas quedadas moteras. Al llegar nos damos cuenta que, a pesar de haber llegado un par de minutos tarde, somos los primeros. Tras la barra, nos sirven el desayuno cafeínico que tanto estaba ansiando, acompañado de una pequeña magdalena.
Poco a poco llega Ismael, el hijo de un compañero de trabajo, a lomos de una Yamaha tipo chopper, también Pancho con su plateada R1150RT y por último Envidiada transportando a Vane y a Pedro.
Tras el desayuno vamos a atracar un cajero cercano y ponemos rumbo por la autovía A-21 hasta la salida de Liédena. Desde ahí la NA-127 nos introduce en territorio aragonés, exactamente en Sos del Rey Católico, lugar de nacimiento del Rey Fernando de Aragón. ¡Lugar histórico donde lo haya! Allí nos damos de nuevo la vuelta, desrodando lo rodado, y desviándonos hacia la A-1601, carretera (por llamarle algo) llena de baches parcheados de mala manera. La Negra abre camino como puede al resto del grupo. Pienso en lo que debe de estar sufriendo Ismael a lomos de esa montura diseñada para carreteras de buen firme y amplias curvas, pero por la velocidad que llevan, observo que los que peor lo están pasando son Vane y Pedro. El traqueteo constante sumado al calor axfisiante que se va agudizando minuto a minuto, a lo que también hay que sumar la inexperiencia a lomos de Envidiada (es el día después de estrenarla), hacen que circulen bastante más lento que la Negra. En algunos tramos he de parar para esperarles, volviendo enseguida a dejarlos atrás. Tomamos desvío hacia la comarcal A-2602 cruzando varios pueblos como Undués, Pintano, Bagüés, Larués y justamente al llegar a Bailo, el GPS le juega una mala pasada a Bea (toda la culpa es de Bea... un abrazo cariño, te quiero 😜) y me dirige dirección sur por la A-132. Después de 15 minutos circulando con un aire que parece transportarnos al interior de un horno crematorio, caigo en la cuenta del error. Doy la vuelta y conmigo el resto del grupo. ¡Vaya cagada! Le pido a Samuel, el cual conoce la zona mejor que Bea y su GPS, que nos guíe hasta Puente la Reina (de Jaca, no confundir con el pueblo de Navarra con el mismo nombre). Allí Samuel reposta su vaciado depósito (llevaba un sinfín de kilómetros en reserva) mientras que el resto del grupo consigue llegar a la barra del Mesón de la Reina y pedir unas buenas cervezas y refrescos varios para los "sanotes" de la expedición.


Ya es tarde para comer en un pueblo pasado Huesca, objetivo final de la ruta, por lo que se llama para hacer reserva en un local de Loarre. Ponemos rumbo de nuevo por la A-132 esta vez dirección sur. Lorenzo aprieta cada vez más por lo que decidimos Bea y yo prescindir de nuestras chaquetas, quedándonos en manga corta, eso sí, habiéndonos aplicado aceite solar previamente para no lamentar luego quemaduras.

Al poco rato de salir me doy cuenta de que una cerveza no había sido suficiente, tenía que haberme bebido medio mesón para hidratarme correctamente. Para más inri  nuestras rodadas llegan al Embalse de la Peña, donde un sinfín de "peña" estaba disfrutando de sus aguas turquesas. La envidia nos corroe, podíamos parar, pero de hacerlo, llegaríamos tarde a comer. El paisaje alrededor no deja de ser un secarral, pero un secarral con encanto. De repente, en medio de la ruta nos sorprende un puente de hierro. La sensación de cruzarlo en moto se vuelve indescriptible y pienso "¡oh my God, que #### pasada! ". Samuel no se puede resistir y se pone de pie mientras lo cruza. Yo no voy a ser menos y le imito. Momentos como éste son por los que merece la pena haberme comprado la moto. El puente termina sobre la presa, unido a un irregular y corto túnel excavado en la roca. Seguimos rumbo sur paralelos al río Gállego, el cual nos acompaña durante varios kilómetros para enseñarnos los expectaculares Mallos de Riglos, lugar predilecto para muchos escaladores por sus geometrías y por su situación privilegiada. Llegamos a Ayerbe, y tomamos la A-1206 que nos traslada a Loarre. Al fin hemos llegado. ¡Menudo calor!. Intentamos estacionar a la sombra al lado de otras motos que hay en el lugar y nos dirigimos al chiringuito de la piscina municipal para hidratarnos a base de cervezas y de refrescos sanos.

Con el calor que hace, la sombra no es suficiente para refrescarnos y se nos pasa por la cabeza tirarnos vestidos a la piscina, o desnudos. Da igual, pues lo importante es no morir derretidos.
Es la hora de comer y nuestros pasos se dirigen a Casa O'Caminero, donde un ventilador y más bebidas refrescan nuestros gaznates. Entramos al comedor y un simpático camarero con rastas en el pelo nos atiende con gran profesionalidad.

Mientras los generosos platos van llegando a la mesa, risas y anécdotas sobrevuelan el ambiente.








Comemos el postre como podemos, ya que no queda mucho espacio para ello y lo acompañamos de café.
Ya empieza a ser tarde para visitar el Castillo de Loarre y volver para Pamplona, por lo que nos apresuramos a arrancar nuestra máquinas y tras un pequeño recorrido por una estrecha carretera conseguimos llegar al castillo.
En el parquing varios árboles nos ofrecen lugar para aparcar a la sombra, sobra que aprovechamos muy gustosamente. Las motos quedan aparcadas en fila india, como si de gusanos de procesionaria del pino se tratara.
Acercamos nuestros andares a una tienda próxima al castillo para obtener las entradas de acceso. Casi 5€ por entrada, casi nada, pero no vamos a decir que no después de sufrir tanto por haber llegado hasta allí.
Adquiero también una pegatina de Aragón y otra del lugar para engalanar las maletas de la Negra.

Nos acercamos a la fortificación y las vistas nos asombran.
Ante nosotros se mostraba toda una gran llanura, todo un gran secarral hasta la línea del horizonte. El castillo se encuentra totalmente cuidado y restaurado. Lo curioso es que este castillo se empezó a construir para atacar desde allí a los musulmanes, pero al ser terminado, la reconquista ya se situaba a muchos kilómetros al sur, por lo que se puede decir que ha sido un castillo estéril, apenas se usó. 
Un gran portón y unos cuantos escalones nos llevan al interior de una iglesia. Allí ya el calor es cosa del pasado gracias a las corrientes de aire que hay por toda la construcción. Hacemos fotos, fotos y más fotos de todo cuanto nos rodea. No voy a describir la fortificación pues puede verse en todas estas fotos.























Acabamos la visita y volvemos a hidratarnos en el bar de la tienda del castillo, pero las altas temperaturas pueden con todo y nuestras bebidas no son suficientes para refrescarnos, por lo que se decide rodar ya dirección a casa.


Curva tras curva conseguimos llegar empapados de sudor hasta una gasolinera de Repsol en Ejea de los Caballeros. Todos repostan menos la Negra. Sus 33l otorgan una autonomía brutal y todavía le quedan litros y litros de diversión para llegar a casa.

Allí aprovecho para comprar una botella grande de agua fría, beber y echarme parte por encima para refrescarme el cuerpo.


Vane y Pedro no pueden más y se despiden de nosotros poniendo rumbo por la vía más rapida hacia la comodidad de su habitación de hotel en Pamplona. Nosotros lo hacemos por otra dirección, pasando próximos a Tudela y a las Bárdenas Reales. La temperarura no da tregua a pesar de encontrarnos ya en las últimas horas de la tarde.

Pasamos Olite y al poco nos detenemos en un bar de temática Western donde Pancho nos presenta a su mujer con la que había quedado. Nos sentamos a la sombra de la terraza, pedimos más bebidas y casi al acabarlas, volvimos a ver pasar a Pedro y a Vane dirección Norte por la carretera enfrente nuestra. Parece que la ruta rápida por la que habían ido, no lo había sido tanto. O eso, o habían realizado alguna parada técnica. 

Un abrazo y dos besos después a modo de despedida de Pancho y de su "parienta" volvimos a retomar la N-121 que nos transportó a la cuenca de Pamplona. Allí nos desviamos de la trayectoria que Ismael llevaba para volver a su casa. El claxon y el adiós con las manos nos separaron. Ya estábamos muy próximos a casa y tras entrar en el garaje, nos despedimos de Samuel hasta la próxima aventura.





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